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Drama lA?dico

octubre 2nd, 1996|Comments are off for this post

Mucho mA?s que un mero juego. El artista ha razonado,
buceado en su memoria de gustador absorbente, desde
los vitrales del gA?tico al expresionismo germA?nico,
entre irA?nico y cA?ustico a veces, pasando por el realismo
lirizado de LA�ger a la quintaesencia lA�rica de Matisse.
Siendo, como es, tan personal, tan por completo
inconfundible, Rafael Freijeiro tiene reminiscencias plA?sticas
casi mA?ltiples. Y esto es bueno. Otra cosa, claro, serA�a que
se asemejara a uno en concreto, pues en arte, como decA�a
Eugenio da��Ors, todo lo que no es tradiciA?n es plagio.
Esa lA�nea como temblorosa, pero firme al fin, lo que
ya es paradA?jico silueteada, estructura, conforma a
sus seres deliberadamente elementalizados, que no
elementales, y los sumerge en un A?mbito peculiar que
nos acerca al a�?comica�?, si bien de modo engaA�ador, pues
aunque todo parezca ingenuo en el arte de este viguA�s
llamado a ser importante, nada lo es al fin, que hay
mucha reflexiA?n y todo un complejo mundo de ideas, de
sentimientos, que Freijeiro ha sintetizado para llegar a
la pura plasticidad entre ingenuista y caricaturizante.
MA?s que expresionista, es un neo barroco, tan de nuestro
tiempo, pero mucho menos fugaz, que Andy Warholl,
porque en el americano no hay otra cosa que pura
superficialidad, fugacidad del cartel presuntamente
trascendido, mientras que en el gallego, junto a la
crA�tica social, estA? la insobornable ternura.
Freijeiro ama a sus criaturas. Convive con ellas. Forman
parte de su mundo lA�rico, vagamente referencial, un
punto onA�rico. Y es que el pintor, aunque parta de la
realidad, de la anA�cdota, sabe elevarla a categorA�a.
El espectador se siente contemplado, escrutado,
horadado casi por las miradas de sus criaturas
alucinadas y alucinantes, que habitan en espacios
como tapices, con algo de mundo oriental en un
mundo realmente dramA?tico y babA�lico, abigarrado,
masificado, del que se evaden para levitar, aunque
parezca que pesen, que tienen densidad, como acaecA�a
con Chagall, otra de sus lejanas referencias.
QuA� pintura mA?s compleja, mA?s elaborada, mA?s
razonada, pese a que el resultado sea deliberadamente
sinA?ptico. QuA� paleta tan escueta, con carmines,
azules, verdes, negros.
Dejadme ser, como Freijeiro, un hombre niA�o que
transforma en encanto inefable cualquier realidad vulgar.
Si os gusta su pintura en una primera contemplaciA?n,
dudad de vuestro juicio, porque A�sta es una expresiA?n
plA?stica honda, de muy sopesadas razones, de muchas y
bien ordenadas ideas, aunque sencilla semeje. De ahA� que
sea preciso dialogar con ella en calma y dilatadamente,
para gozarla en toda su verdad.
Si Torres GarcA�a levantara la cabeza dirA�a que valiA? la
pena inventar el constructivismo para que Freijeiro
lo imbuyera de sentimiento. Si Otto Dix o Grozt
retornaran de su Alemania de entreguerras dirA�an que
la paz del 45 sirviA? para algo, porque en el extremo
de Europa, allA� donde se presiente el Finisterre, un
gallego entre razonante y angA�lico supo internalizar
sus mensajes y devolverlos en melodA�a acordada, mi
bemol sostenido, con el muralismo revolucionario
mejicano a la espalda y acaso, A?por quA� no?, al son
de una muiA�eira, que es danza de espA�ritu de quien
trabaja y juega. Y es que lo lA?dico anega a lo dramA?tico,
para ser el arte personal de Rafael Freijeiro.

Francisco Pablos
Real Academia de Bellas Artes
Vigo. 1996

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